La lactosa es el azúcar de la leche. El nombre proviene de lac -leche en latín-, más el sufijo –osa que en química se utiliza para nombrar los azúcares o sacáridos.
Los azúcares
Los azúcares más comunes que consumimos son glucosa, fructosa -azúcar de la fruta-, galactosa y sacarosa –azúcar común-, y son moléculas formadas únicamente por 3 elementos: carbono (C), oxígeno (O) e hidrógeno (H). Forman parte del grupo conocido como hidratos de carbono, en el que representan a las moléculas más pequeñas -la celulosa de las plantas y el glucógeno de los seres humanos, también son hidratos de carbono, pero son moléculas mucho más grandes-.
Además, la glucosa, la fructosa y la galactosa son azúcares formados por una sola molécula, es decir, son monosacáridos.
La lactosa, en cambio, está formada por dos moléculas de diferentes azúcares, la glucosa y la galactosa, y es, por tanto, un disacárido.
¿Y para qué sirven los azúcares? Son una fuente de energía. Para nosotros, la glucosa es nuestra gasolina. Podemos ingerir otros azúcares, como la fructosa o la galactosa, pero el organismo siempre acaba convirtiéndolos en glucosa.
La ingestión de leche
Ya hemos visto que hay azúcares en forma de monosacáridos y azúcares en forma de disacáridos. La mayoría de los que consumimos son disacáridos y son más difíciles de digerir.
La lactosa, formada por una molécula de glucosa y otra de galactosa, para que actúe como fuente de energía que necesitamos, ha de estar separada en ambas moléculas.
El proceso, cuando tomamos un vaso de leche de procedencia animal, es este:
Bebemos el vaso de leche que contiene lactosa,
pasa por nuestro intestino,
y, gracias a la acción de una enzima llamada lactasa, la lactosa se separa en glucosa y galactosa.
Molécula de lactasa, enzima para la digestión de la lactosa
¿Qué son las enzimas?
Son sustancias que ayudan a que las reacciones que se producen en el cuerpo puedan ocurrir a temperatura corporal.
El gen responsable de producir la lactasa se encuentra en los enterocitos, unas células ubicadas en el intestino delgado y que nos ayudan a absorber los nutrientes de lo que comemos.
Sigamos.
Una vez producida, la enzima lactasa viaja hasta la superficie de los enterocitos, que poseen microvellosidades que ayudan a incrementar la superficie de contacto y a absorber los nutrientes, y divide a la lactosa en sus dos componentes, con lo que ya podemos absorber tanto la glucosa, como la galactosa.
Cuando somos pequeños generamos mucha cantidad de lactasa, ya que nos alimentamos básicamente de leche. Pero a medida que vamos creciendo y dejamos de tomar tanta leche, la mayoría de los mamíferos dejamos también de producir esta enzima. En el caso de los humanos, esta situación suele darse entre los 3 y los 5 años.
Problemas en la digestión de la leche
No obstante, no siempre es así. En poblaciones donde tradicionalmente se han domesticado vacas y otros animales productores de leche, especialmente en el norte de Europa, y se ha consumido leche durante la vida adulta, la actividad de la lactasa continúa toda la vida. Esto ha provocado una mutación genética que ha llevado a la llamada “persistencia de lactasa”.
Pero ¿qué pasa con los que no han heredado este gen de “persistencia a la lactasa”?
En este caso, cuando la lactosa llega al intestino delgado, un 75% del azúcar de la leche no se separa en glucosa y galactosa, si no que queda en el tracto gastrointestinal y pasa al colon.
Aquí, los microbios fermentan la lactosa y la transforman en una mezcla de gases: hidrógeno (H2), dióxido de carbono (CO2) y metano (CH4). Esto es lo que nos da sensación de hinchazón y malestar. Además, junto con los gases, también se genera una mezcla de ácidos como el acético, butírico y propiónico, y sus correspondientes sales, que no somos capaces de absorber y se quedan en el lumen del intestino. Tanto la lactosa no absorbida como los productos de fermentación extraen el agua del intestino… provocando la diarrea.
En algunos casos muy excepcionales, se nace con intolerancia a la lactosa y se conoce como un trastorno autosómico recesivo. Los niños que no pueden digerir la lactosa tienen problemas para beber la leche materna y desarrollan diarrea ya desde pequeños.
Incluso hay veces en que, teniendo persistencia de lactasa, se desarrolla un cierto período de “intolerancia a la lactosa”, debido a una infección o inflamación del intestino delgado. Durante este período, los pelillos del intestino que hemos visto antes están dañados, lo que provoca esa intolerancia temporal a la lactosa. Pero una vez el intestino delgado se cura, se vuelve a producir lactasa.
Actualmente, existen soluciones para los amantes de la leche que tienen problemas para digerirla. La industria alimentaria comercializa, desde hace algunos años la “leche sin lactosa”, que, pese a lo que nos sugiere su nombre, no es leche a la que se le ha eliminado la lactosa, si no que se le ha añadido la enzima lactasa procedente, en este caso, de levaduras. Y aunque se ha extendido la idea de que es “bueno” o “más saludable” beber leche sin lactosa, lo cierto es que, sin un diagnóstico de “intolerancia”, o sin síntomas de mala digestión, no tiene sentido beberla: nuestro organismo ya dispone de la enzima lactasa necesaria para digerir la lactosa.